Una pintura llama al espectador a un dialogo con él, a introducirse en él y llenarse de sus sensaciones. Invita ver más allá del ver, sino que a ser visto para introducir al espectador en su mundo, que puede parecerse al real pero no lo es, es uno propio. Así también la escultura busca este mismo dialogo, jugando con aspectos distintos que la pintura, pero buscando lo mismo; que el espectador interactúe con ella visitando cada rincón de su cuerpo, que pase de ver la representación de la realidad, lo físicamente propuesto a entrar a una realidad naciente de un objeto completamente nuevo.
La escultura tiene una ventaja que la pintura no tiene, y es su tridimencionalidad. Esta característica la lleva a ser mucho mas activa que la pintura en cuanto a llamar la atención de un espectador se trata, ya que al tener cuerpo y volumen la escultura se ve obligada interrumpir un espacio. La pintura se ve casi obligada a ser colgada y mantenerse al margen de las cuatro paredes, en cambio una escultura puede sostenerse en medio de un espacio haciendo también que todo su contorno se introduzca en ella. Esto es también parte importante del dialogo de una escultura; el contexto en el que se presenta. La “personalidad” de la escultura no termina en donde lo hace su material, sino que mantiene una relación muy importante con el contorno, que pasa a ser parte del mundo de la escultura, así como también si la escultura no se encuentra bien ubicada llega a ser absorbida por la realidad quedando muda.
La escultura tiene una particularidad; que puede ser recorrida. En un primer encuentro llama al espectador a acercarse y luego lo llama a recorrerla, incitando la curiosidad a descubrir cada detalle, a interactuar con ella, no solo contemplarla. La escultura hace del espectador un ser más activo y crea ese atractivo que lleva a este espectador, mucho más fácil a crear la relación entre la visión y lo visible y por consiguiente descubrir ese mundo del objeto. Cambia, desde cada perspectiva una escultura puede ser diferente, puede tener colores distintos, materiales distintos, formas distintas, que evocan sentimientos distintos y llevan a interrogantes distintas. Una escultura es algo parecido al ego, se impone, irrumpe y dice acércate, mírame, recórreme, obsérvame. Por eso, por la cantidad de opciones que le propone al espectador, la escultura debe estar perfectamente armada (en su propia perfección) sin descuidar detalle.
Pero de todas estas ventajas que presenta la escultura, existe algo que le juega en contra, su semejanza a la realidad. Una escultura figurativa que tiene un gran parecido con la realidad, a veces hace que se vuelva interesante solo en el ámbito de lo físico, lo que se ve creando una barrera entre el espectador y lo visible, ya que este se deleita únicamente con lo estético y no siente esa curiosidad por el mundo de la escultura. Aunque existen varias formas de evitar esta vaga representación de la realidad y es jugando con tamaño, forma, colores, contexto, materiales, etc. una escultura siempre encuentra por donde abrir un umbral a la interrogante y a este mundo propio.
En conclusión; el dialogo de una escultura con el espectador es mas interactivo que la pintura, presenta un abanico de opciones y el espectador elige como desea mirarla. Se da a conocer por ella misma invitando a todo su contorno a colaborar, y entonces deja de actuar sola y crea una historia junto con todo, dejando de ser un objeto representado de la realidad y pasando a ser único.
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